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Mis recuerdos de Che en Minas de Frío

Esteban Delfín Leyva Torres ingresó a la Juventud Socialista en 1950, cuando contaba con 12 años de edad. Lo hizo en Las Arenas, zona oriental campesina cercana a Jobabo, en Las Tunas, Cuba.

De la memoria popular

El Che visitaba la zona de Yaguajay, al norte de la entonces provincia de Las Villas, para discutir con Camilo (Cienfuegos, legendario comandante desaparecido en el mar el 28 de octubre de 1959) pormenores de la ofensiva que llevaban a cabo contra el tirano Batista. La presencia del legendario guerrillero argentino provocó la lógica curiosidad y muchos pobladores del lugar se acercaron para verlo; se asomaban por todos lados.

En medio de la conversación, antes de iniciar la reunión que sería privada, Camilo, al notar la curiosidad de los campesinos, le comentó a Ernesto Guevara:

- Ya sé a lo que me voy a dedicar cuando triunfemos: Te voy a meter en una jaula y recorrer el país cobrando cinco kilos la entrada para verte. ¡ Me hago rico !

Una "Camilada"

Con pocos días de diferencia, la invasión rebelde al occidente de Cuba había comenzado. Las columnas del Che y Camilo se desplazaban casi paralelamente por los llanos orientales. Camilo cruzó detrás de la columna del Che el río Salado. Casi al amanecer arribaron al campamento de la "Ciro Redondo". Che dormitaba en su hamaca y camilo llevó su caballo azuzándolo hasta que derribó al Che. Desde el suelo, enredado con la frazada, Che reía como un niño.

- Ya las pagarás, ya las pagarás

- ¿ No te da pena estar durmiendo a estas horas ?

Y ambos reían de lo lindo. El Che gozaba como nadie de las "camiladas".

(Tomadas del libro: "Camilo Cienfuegos, el hombre de las mil anécdotas" del periodista cubano Guillermo Cabrera Alvarez )

Uno al día

Tres médicos estaban entre los más íntimos colaboradores del Che: Los doctores Cdte. Oscar Fernández Mell y los capitanes Adolfo Rodríguez de la Vega y Serafín Ruiz de Zárate, y los tres se pusieron de acuerdo para prohibirle al Che que continuará fumando, a pesar de las protestas de este. Al fin, después de mucha discusión, el Héroe de Santa Clara logró que los médicos le permitieran fumar un tabaco al día. Como sabían que su palabra era un compromiso, todos estuvieron de acuerdo.

Al día siguiente, el capitán Antonio Nuñez Jiménez, ayudante del Che, va a recibir las instrucciones diarias de este. Lo encuentra fumando un tabaco "como de medio metro de largo", regalo de sus admiradores los tabaqueros de La Habana. El Che, pícaramente, le explica:

- No te preocupes por los médicos. Yo estoy cumpliendo con mi palabra: un tabaco al día, ni uno más.

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